Estar
lejos de casa suele ser motivo para pasar días de nostalgia, los recuerdos
comienzan a transportarte a aquellos años en los que todo tenía otro sentido,
momentos en los cuales todo parecía ser más sencillo.
Hacía ya cinco años que vivía del otro lado
del mundo. Nueva Zelanda era un
pequeño país el cual necesitaba su tiempo para ser descubierto, en cada rincón
había algo sorprendente que valía la pena encontrar.
Un sueño me había llevado lejos de casa y era
feliz en mi nuevo hogar, pero había momentos en los que deseaba recibir una
invitación a comer tortas fritas con unos buenos mates. Ya me había
desacostumbrado a tomarlos por la tarde y todo debido a que vivía tomando té,
que era lo máximo que podía compartir con los colegas de mi trabajo. Para ellos
cebarles un mate era mortal, sorber algo extraño que otra persona, antes, había
tocado con su boca y se le agregaba que el sabor les parecía muy fuerte, fuera
amargo o dulce. Así, en soledad fui perdiendo la costumbre.
Era una tarde silenciosa, de esas en las que
se ve a lo lejos un amenazante nubarrón y se siente en el aire el típico
olorcito a lluvia que baja de las montañas. Cuando esta a punto de llover todos
se resguardan en sus casas, en Hokitika el clima se caracteriza por ser húmedo.
La gente está cansada y ya no le parece simpático. En cambio para mí, que había
vivido por veintiún años en una zona muy ventosa y seca, caminar bajo la lluvia
era glorioso. Sin embargo, esa tarde decidí quedarme en casa.
Para pasar el tiempo, tomé mis lápices y
comencé a dibujar, pero me faltaba algo. Estaba muy silencioso y decidí
encender la radio, pero no logré sintonizar ninguna emisora. Solían dejar de
transmitir cuando se aproximaba una tormenta, para evitar que se quemaran los equipos.
Entonces, decidí encender la computadora. Allí
seguro podría encontrar algo. Busqué y busqué, hasta que finalmente encontré
una estación que me pareció familiar. Me quedé escuchando y descubrí que era de
mi país. Acostumbraba escuchar los programas y me gustaba mucho la música que
transmitían. Me hizo sentir acompañada.
Desde mi ventana podía ver las altas montañas
y parte de la ciudad. De fondo escuchaba una bella melodía que me trasladaba
lentamente a mi niñez. Solía imaginarme en un país extraño, hablando otro
idioma, que generalmente inventaba. Me gustaba pensar que causaba curiosidad de
dónde era.
El tiempo fue pasando y logré alcanzar mi
sueño de viajar. Y siempre la gente me preguntaba sobre Argentina, para mí era
muy divertido explicarles nuestras costumbres.
Mientras deslizaba el lápiz al son de la
música, sonreía recordando. De repente esa sensación de triste soledad se fue
disipando, el día afuera estaba gris pero en mi hogar era de todos colores,
lleno de música y de risas que yo misma producía. Haber logrado encontrar una
buena amiga, llamada radio, hizo que estuviera con mi familia, mis amigos y con
maravillosos momentos vividos.
-Relato publicado en Selección de relatos breves: Prendí la radio y se encendió el aire. - LRG 3000 Radio Universidad-Calf